Privilegio de la locura

Ver las imágenes de las cogidas en los encierros de San Fermin le encoge la garganta a cualquiera, pero mas que a nadie al que la sufre. Antes de la salida de los toros, todo es borrachera, alegría, ese hilillo de felicidad por sentirse un privilegiado al estar disfrutando en primera línea y a la vez sentirse observado por medio mundo, aunque nadie te reconozca, en un espectáculo que dura menos de diez minutos y que no se diferencia mucho, excepto por el exceso de gente y de fiesta de cualquier otro encierro de este país. Cinco minutos más tarde uno debe pensar que para que coño me he metido en este berenjenal que me ha costado una pasta y prácticamente la vida por tan poco beneficio. ¿Era tan importante ir a Pamplona?¿Si me lo hubiera perdido hubiera pasado algo? Es más importante la sensación de contar la experiencia de haber estado, de sentirse exclusivo aunque solo sea por esto que la adrenalina de ponerse delante del toro, porque si por la adrenalina fuese no haría falta irse tan lejos. Cualquiera que haya estado allí me puede quitar la razón en un par de frases, no me importa, tienen derecho a defender su inversión hasta la muerte, y seguramente hasta tengan razón, que la fiesta es la bomba, pero la opinión que quiero es la de aquellos a los que les haya defraudado, que sientan que no mereció la pena, y sin con eso hacemos que la gente se lo piense la próxima vez antes de ponerse delante del astado, a mi me vale.